jueves, 20 de agosto de 2009

REFLEXIÓN: La Ciudad de Dios


El peor momento de la vida de un hombre es cuando todo depende de una mirada, un gesto…las apariencias. Un solo instante basta para configurar toda una serie de prejuicios de los que difícilmente conseguiremos librarnos.
Es el riesgo de la vida en una sociedad tan convencional como hipócrita. Odiosa, cruel, terrible…es el riesgo de la vida en sociedad.
A la mierda el contrato social, el bien común…solo importa la razón de estado. Nuestras miserables vidas se insertan inertes en un sistema que nos supera, nos abruma y frustra hasta el punto de hacer de nuestra convivencia el peor de nuestros enemigos…estar en la cima de la cadena trófica hace del hombre su peor depredador.
Pero ¿Cómo podemos enfrentarnos a todo ello? ¿Cómo enfrentarse a la puta realidad? A menudo construimos nuestras propias heterotopías. Lugares imaginarios a los que acudimos con la seguridad de que solo allí estaremos seguros. Con la seguridad del que entra en su propia casa.


En efecto, nos aislamos y enfrentamos, definiendo nuestra identidad en función del otro…enfrentándonos. El sentimiento de soledad provoca miedo, el miedo rechazo. El error es que llamamos a eso, con demasiada frecuencia, libertad.
Pero la libertad no es la capacidad de crear nuestro propio sistema de valores. Todo lo contrario. Al evadirnos nos engañamos, encarcelándonos. Dejamos la realidad y acudimos al no-lugar que hayamos elegido, creyéndonos poseedores de nuestra propia decisión y asumiendo la servidumbre.
Una servidumbre que, como forma de realidad, nos resulta humillante y aterradora. Una realidad que no estamos preparados a afrontar como siervos.
Si aceptamos el actual concepto de libertad hipócrita como hasta ahora hemos aceptado, estamos aceptando la explotación y la mentira…estamos perdiendo nuestra condición humana para aceptar la condición que se nos impone, como seres-máquinas en vez de cómo seres humanos.
Resulta difícil, casi diría que imposible, escapar a esa realidad que se nos impone en forma de sistemas de valores aparentemente libres…y solo cuando conseguimos escapar, nos damos cuenta de que estamos solos. Es el principio del miedo.
Nos damos cuenta de que entramos en el terreno de lo irreal. Dejamos el contrato social y nos convertimos en unos inadaptados…solo cabe la servidumbre o el suicidio. ¿Acaso hay espacio para la lucha?
Considerarse un iluminado no sería menos ficticio que considerarse libre…no hay escapatoria. ¿Cómo anunciar entonces la palabra? Como voz que clama en el desierto estaríamos vendiendo nuestra propia heterotopía, no solo como forma de enfrentamiento a las demás, sino incluso, participando de la vida en sociedad, esto es, alimentando el régimen de terror. Estaríamos aceptando vivir alienados. Estaríamos aceptando, en efecto, la servidumbre.
¿Cuál es la forma, pues, de que el hombre se libere? ¿Es acaso posible? ¿Hasta qué punto vivimos acorde con lo real y no con nuestra propia realidad, es decir, aquella que nosotros hemos construido?
Si pretendemos construir, edificar un nuevo sistema, en nuestra misión creadora no cabe la destrucción sino la integración, so riesgo de caer en una grave contradicción. La ciudad de Dios no ha de construirse bajo las ruinas de la antigua Babiblonia. Ha de integrarla construyendo un nuevo orden que suprima el miedo no con más miedo, sino con la certeza de que no habrá más miedo.

Gustavo Hernández Sánchez

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Con vuestra posición actual en ciertos temas(como la jefatura del estado) me pregunto si rechazais la actitud que tuvisteis en cierta época como partido y renegais de vuestra actitud en esa época.

Anónimo dijo...

Tnedras que concretar un poco mas. Nos consideramos republicanos si es lo que preguntas.

Laura dijo...

Aparte de guapo y listo.. ¿ qué más nos queda por descubrir de ti? xDDDDd

Me gusta mucho ya lo sabes....

Loco del bambú dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.

DATO DE LA SEMANA

CONTRA LOS RECORTES Y EN DEFENSA DE LA EDUCACIÓN PÚBLICA